Este trabajo nos llevó a retratar a una compañera, con todo lo que conlleva que el sujeto a representar entienda qué es lo que está pasando, lo bueno y lo malo. Una vez que nos decidimos, comenzamos a buscar la sensibilidad de Lu, algo tan característico en ella. Para eso, tanto el contexto como la iluminación y el sonido (además de su performance) debían alinearse.

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Al comienzo, Lu se encuentra casi estática, usando las pocas ganas que le quedan para dibujar sobre su piel. Por eso la luz todavía es cálida. También puede distinguirse el detalle de la cruz como un signo de la esperanza que sobrevive.

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Por otro lado, quisimos darle un gran protagonismo a los ojos expresivos de Lu, razón por la cual son el centro de los planos cerrados; la cámara la captura en un momento de intimidad y de gran debilidad.

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Luego, se pasa a una luz de Luna, tenue, fría, como la única acompañante en su soledad y desesperación. Las sombras la rodean, las de la habitación y las propias.

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La cámara a veces la enfrenta, la mira cara a cara, la entiende, pero también está levemente picada en ocasiones, cuando más chiquita e indefensa se siente.

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El contexto en el que se haya es de oscuridad y sombras. Pocos son los objetos que se escapan de esta opresión: la lámpara, los marcadores, la cruz, la cortina y la cama.

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Por último, la banda sonora está integrada por lluvia, un viento calmo y un pitido que se va acentuando hacia el final, cuando el dolor es cada vez mayor y el llanto está más cerca.